Todos sabemos que los niños suelen extraviarse en circunstancias perfectamente normales. Se sueltan de la mano de la nana, se pierden en un mercado o en un cine, o se salen del jardín público donde estaban jugando y después de una angustiosa búsqueda aparecen llorando, tomados de la mano de una señora compasiva.
Pero ¿que decir de los otros niños, de los que desaparecen misteriosamente a la vista de todos, de los que tropiezan con extraños individuos venidos de no se sabe donde, de los que salen de su casa y se esfuman antes de llegar a la esquina?.
¿No vale la pena detenerse un instante y considerar la posibilidad de que en tales desapariciones exista un factor que jamás se tuvo en cuenta, un factor que convierte esos casos en enigmas sin solución?.
Pero ¿que decir de los otros niños, de los que desaparecen misteriosamente a la vista de todos, de los que tropiezan con extraños individuos venidos de no se sabe donde, de los que salen de su casa y se esfuman antes de llegar a la esquina?.
¿No vale la pena detenerse un instante y considerar la posibilidad de que en tales desapariciones exista un factor que jamás se tuvo en cuenta, un factor que convierte esos casos en enigmas sin solución?.
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